Playa de Sabinillas

29 de Junio;
Después de trabajar todo el día, y a propuesta de M. vamos a Sabinillas con la intención de cenar unos espetos de sardinas.
La verdad es que, al comienzo, dudo si aceptar la invitación, porque llevo tres días fuera de casa y empiezo a necesitar "mi espacio" pero finalmente acepto la invitación, venciendo al lobo estepario porque me apetece la compañía, y también el plan de comer unos espetos en la playa de Sabinillas.
Me visto de "guiri", agarro un pincel, media docena de colores y una carpetilla con papel -por si acaso- y nos vamos para allá.

Al llegar nos damos un paseo por el malecón -llamarlo paseo marítimo suena grandilocuente-, y la vista que desde allá se percibe de la costa de Casares, recortada en la neblina del atardecer, me llama la atención. Propongo tomarnos una cañita mientras hago un apunte, sentados en la playa.
el atardecer es precioso, el sol de poniente acostándose por encima de la sierra tiñe todo con una preciosa luz, entre anaranjada y bermellón, tamizada por de la neblina que entra del mar de Alborán.
El agua del mar está calmada, y los pescadores están aparejando sus barcas para salir a pescar lo que al día siguiente podremos comer.
Me siento en una tumbona de la playa, mirando a levante y con los pies hundidos sintiendo el frescor de la arena; en el tiempo de bebernos la cerveza relajadamente hago una pequeña acuarela con el dibujo de Casares recortado en la niebla del mar. No consigo captar los destellos de la luz de poniente en las casas, pero he hecho cosas peores.
Seguimos paseando un rato y, como está ya cayendo el sol y refresca,  nos sentamos en una terraza a cenar, con una ligera brisa de levante que nos trae los aromas de mar y de arena, de las pequeñas barcas de pescadores, y de la brasa en la playa con las sardinas.
Entre sardina y sardina, M. me cuenta sus cuitas y preocupaciones, hablamos del pasado y del futuro; apenas del presente, que no lo considera precisamente un "presente" y porque cuando hablas de él ya es pasado.
Una velada agradable, algo melancólica, pero que me hace sentir que hay otra vida aparte del trabajo; tiempo para los amigos, sencillamente, con una caña y unas sardinas, con los ojos puestos en el infinito muchas veces, mientras hablas; y en el paisaje otras, que relaja tanto como los amigos.

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