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Mostrando entradas de marzo, 2011

El otoño y sus colores

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El otoño; Que paleta de colores tan llena y variada.       En los bosques de montaña reina el contraste; amarillo pálido para los abedules amarillo y ocre para las hayas ocres y rojos en los robles verde-azul de los pinos verde-negro de los abetos ocre y verde pálido en la hierba en contraste con el rojo de la hojarasca que levanta el viento. Están también las setas y hongos, de todos los colores,  aunque traten de pasar desapercibidas, ocultas entre la hojarasca. En la meseta, predomina el amarillo pajizo de los campos de cereal,  cuando no han sido aún arados y el rojo intenso, ocre o gris según la tierra, una vez arados. Pero siempre, estos tonos casi monótonos, están rotos de vez en cuando por una chopera amarillo intenso, el verde oscuro de los cipreses o el pardo de los cardos que orillan el camino. En el otoño no puedo menos que agarrar los pinceles y tratar de llevar esos colores al papel. Parece como si los rojos

El paseo de la Concha

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      El paseo de la Concha, el lugar preferido de los kaskariñas. Los domingos de primavera, por la mañana, se convierte en el lugar de encuentro de todo el mundo. No he conocido otro lugar, y que me perdonen si a alguien ofendo, en el que tanta gente pasea, como movidos todos por un impulso genético, todos a la vez, y por el mismo sitio.

Templos, Iglesias y palacios

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Ara Pacis Inmensa mole blanca, Bella, bellísima, Eterna prisionera en un muro de vidrio, quizá para que no huya …

Piazza Navona

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Escucho las voces de los jinetes, azuzando a los caballos, en una loca carrera sin sentido para ellos, tirando de los riendas, dando vueltas a la plaza (entonces circo) para ir a ninguna parte; y me acuerdo de Ben-Hur. Imagino a los romanos Apostando  sobre la vida                         y la muerte, despiadados; crueles.

Kaia

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  El puerto... y sus aromas. Carraquelas, quisquillas, sardinas en verano... Me siento en un noray, -tiene tres gazas bien encapilladas- entre el puerto deportivo y el pesquero,  mirando a las casas de los pescadores.

Donostia, desde el Paseo de los Curas

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Un día de marzo con niebla, muy donostiarra, me siento en un banco del paseo de los curas;  la playa vacía, la nostalgia lo invade todo. Apenas se intuye el cielo, tras la niebla; El mar, ni se mueve ni se le oye; parece haberse estancado, paralizado, muerto… Todo tiene unos tintes entre gris y morado, y me llama, me tienta; Me siento, casi, obligado a reflejarlo. Los sonidos se oyen amortiguados por la niebla, El agua que flota en el aire me va calando, Lentamente, Hasta que mis huesos empiezan a destilar. De pronto un escalofrío me recorre todo, No puedo seguir pintando; la pintura se queda así, inacabada, como sin vida; Al llegar a casa, compruebo que el papel aún está húmedo, los colores se han debilitado, difuminado, como si la niebla se hubiera llevado el alma de la ciudad consigo; y pienso que, en realidad, no podría haber quedado mejor, más real, en un día así.

El Coliseo Romano

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Coliseo. Inmenso; Decrépito como el poder que lo sustentó, Pero aún poderoso. Allá siento fluir la sangre

ROMA

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Eternidad … Inmensidad. Todo me traslada en el tiempo                            En el espacio temporal; ladrillos superpuestos con una técnica fabulosa, Rojos y ocres … Y en el suelo albas piedras porosas,  yacentes, Tristes;

El Foro Romano

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 me asomo al foro romano, el coloso – coliseo - al fondo; me secuestra la congoja de sentirme nada en la inmensidad “ punto negro sobre fondo blanco ” diría Tapies. Sin embargo, esa inmensidad es al mismo tiempo vacío, espacio-tiempo que me traslada a otros tiempos, mirando más a los dioses que a los hombres.