TIERRA QUEMADA

Hoy os traigo un triste recuerdo. El mes pasado, por motivos laborales, tuve que desplazarme a la costa del sol. De camino entre Málaga y Estepona, contemplamos desde el coche los restos de un pavoroso incendio que asoló aquella zona pocos días antes. 
Impresionado de verlo allá, in situ (qué distinto es verlo en casa, sentado ante la tele), y de olerlo, me puse a dibujar, en el propio coche, un boceto de lo que veía. No me quedé satisfecho, y añadí al dibujo unas palabras que me salían solas, sin esfuerzo aparente, pero con dolor por lo que veía.
Hoy, en casa, cuando aún no se ha borrado de mi retina aquellas imágenes, y con la pituitaria aún seca, me he encontrado con aquél papel, y he pensado en darle algo de color, buscando algo menos negativo.
Aquí os pongo ese dibujo coloreado, y lo que aquel día escribí.

Humo negro, negro de carbón;

negros quedaron los troncos

de los árboles - que fueron-.

¡Qué fueron! y ¡Qué son!

Gris de ceniza, tierra gris;

gris queda la tierra quemada, 

árida y muerta.

Ocre y cinabrio, ocre y pardo;

sombra tostada, por el fuego;

Ocres quedan los caminos,

rojas las hojas de la encina.

Resalta el rojo de las hojas

sobre el gris de la tierra

gritando,

como sola nota de color,

como grito desgarrado,

desgarrador.

Grito desolado,

que barrerá el viento de levante

que lavarán las tormentas

que vienen del poniente.

Morirá la tierra, 

más aún, si cabe;

para renacer, algún día,

con la fuerza que sólo 

la naturaleza tiene.

En la Costa del Sol, asolada, desolado, con dolor.